Sogamoso, la llamada Ciudad del Sol y del Acero en Colombia en 1968, era una urbe pujante que respiraba civismo. Su proyección era indiscutible pues su industria crecía en forma pujante al igual que el auge urbanístico. Esta ciudad era otra sede del cacicazgo del sumo pontífice Suamox que habitaba el lugar donde queda el museo arqueológico convertido en el principal santuario que rinde culto al indio Americano, sus costumbres y el historial apasionante de la época de la conquista, el liderazgo de su juventud dejaba huellas con la ejecución de obras sentidas.
Entre las entidades que marcaba la pauta figuraba La Cámara Junior, una organización conformada por profesionales de diversas disciplinas que ocupaban los puestos de honor en el sector público y privado. Pertenecer a este grupo no era fácil, se hacía un seguimiento al aspirante y luego de varias sesiones en las que se participaba sin juramentación, al final llegaba el ansiado momento con la organización de una solemne ceremonia en la que se escuchaban los postulados del credo y se repetía cada frase del juramento.
Yo, contaba con 23 años de edad y fui invitado a pertenecer a la entidad, fungía por entonces como Periodista de El Tiempo y representante comercial de esta importante editorial. Asumo la dignidad de ser miembro de la cámara junior y lleno de orgullo lo pregono en una emisora de la ciudad donde igualmente me desempeñaba como locutor bajo las órdenes de su director Cesar Rodríguez Granados, quien también pertenecía al grupo de juniors que promovíamos el desarrollo de la segunda ciudad de Boyacá. La labor era ardua pues cada uno de los miembros presentábamos iniciativas para aspirar a los cargos de la entidad.
Ser el presidente de la OlM constituía un gran reto y un honor ante la dirigencia que de igual manera quería llegar a las vicepresidencias nacionales y a la presidencia, tal el caso de Hugo Romero quien ocupo las presidencias de cámara y Senado. Aprendí de este líder el amor por la entidad y dos años después de mí juramentación cuando contaba con 25 años de edad contraje matrimonio con una jovencita de 2O años de edad a quien vincule a la entidad y luego a mis proyectos de crear una familia, 5 años después de mí matrimonio al que solo invite a miembros de la Cámara Junior entre ellos el sacerdote que me hizo escuchar la epístola de San Pablo, me trasladé a Tunja y en la capital boyacense tras permanecer como junior activo, en 1980 ocupé la presidencia, en 1981 la vicepresidencias nacional y en 1984 la presidencia nacional. En 1992 me desempeñe como Presidente Nacional del Senado.
Es un breve recuento que permite hacer referencia que mí tránsito por la JcI en estos últimos 53 años ha sido precedido de una participación en congresos nacionales e internacionales y que los cargos representativos que he ocupado en el sector público fueron la consecuencia del aprendizaje que me ha dejado la JCI donde aprendí que servir a la humanidad es la mejor obra de una vida.
En estos 53 años de mí vinculación a la JCI y 51 años de matrimonio católico con una junior de Sogamoso he afianzado mí fe en Dios y he fortalecido mí hermandad con los miembros de la entidad unida a mis afectos .Con la JCI promovimos la creación del Ministerio del Medio Ambiente, convenios para fortalecer y defender los recursos naturales y además programas de capacitación para hacer conciencia sobre la importancia de formar líderes que sirvan a sus comunidades y contribuyan a la paz, al desarme de los espíritus para construir un país más justo donde se elimine la inequidad social y como lo decía un dirigente nacional, se pueda pescar de noche sin redes de pavor reemplazando las armas que traen horror y muerte por el arado para sembrar semillas de fe y de esperanza en un futuro sin eclipses.